En el mundo digital actual no existe la seguridad perfecta. Por más que una organización invierta en firewalls, programas de concienciación, planes de respuesta a incidentes o herramientas de monitorización, siempre quedará un margen de exposición. Ese margen es lo que en ciberseguridad se denomina riesgo residual.
Comprender este concepto es esencial para cualquier directivo o responsable de TI que quiera tener una visión realista del estado de su ciberseguridad.
Qué es el riesgo residual
El riesgo residual es aquel que permanece incluso después de haber implementado todas las medidas de seguridad razonables. No significa que la empresa haya fallado, sino que en un entorno tan dinámico y complejo como el actual, la eliminación total del riesgo es imposible.
La Universidad de Oxford, junto con AXIS, lo resume bien: “ser ciberseguro significa aceptar la inseguridad, pero gestionarla de manera que, si ocurre lo peor, no sea devastador”.
En otras palabras, la clave no es prometer lo imposible, sino gestionar las amenazas de forma que no paralicen ni destruyan la organización.
El papel del riesgo residual en la gestión corporativa
El riesgo residual aparece en la última fase de cualquier proceso de gestión de riesgos. El ciclo suele incluir:
- Identificación de riesgos: detectar vulnerabilidades, amenazas y posibles vectores de ataque.
- Evaluación: analizar la probabilidad y el impacto potencial.
- Mitigación: aplicar controles técnicos y administrativos para reducir el riesgo.
- Cálculo del riesgo residual: estimar lo que aún queda expuesto después de todas las medidas.
Dado que los recursos son limitados, la organización necesita priorizar. No se trata de intentar cubrir absolutamente todo, sino de invertir allí donde un ataque podría causar el mayor daño.
Ejemplos claros de riesgo residual
Incluso las empresas más avanzadas conviven con diferentes formas de riesgo residual:
- Cadena de suministro: un proveedor certificado puede ser víctima de un ataque que termine afectando a toda tu operación.
- Vulnerabilidades de día cero: fallos de software aún no descubiertos que permiten a los atacantes evadir las defensas.
- Amenazas internas: empleados o colaboradores con acceso legítimo que, de manera intencionada o accidental, ponen en peligro los sistemas.
- Error humano: un clic en un correo de phishing puede bastar, incluso tras muchas horas de formación.
- Configuraciones en la nube: aunque se utilicen herramientas automáticas de revisión, los errores en entornos cloud siguen siendo frecuentes.
Estos ejemplos muestran que no basta con “cerrar puertas”, porque siempre aparecerán nuevas ventanas abiertas.
Cómo calcular el riesgo residual
Una fórmula habitual lo define así:
Riesgo residual = riesgo inherente – impacto de los controles aplicados
El reto está en que la realidad es más compleja: los sistemas son interdependientes y un incidente inicial puede multiplicar sus consecuencias en cascada. Por eso, medir el riesgo residual requiere considerar la eficacia real de los controles, el panorama de amenazas actual y el impacto potencial sobre el negocio.
Aquí surge la importancia de conceptos como el Cyber Value-at-Risk (CVaR), que evalúa no solo la probabilidad de un ataque, sino también la magnitud de los daños que podría desencadenar.
Riesgo inherente vs. riesgo residual
Es importante diferenciar ambos:
- Riesgo inherente: es el nivel de riesgo existente antes de aplicar cualquier medida de seguridad.
- Riesgo residual: es lo que queda después de aplicar todos los controles posibles.
La diferencia entre ambos refleja la efectividad de la estrategia de seguridad.
Por ejemplo, cualquier e-commerce asume de entrada el riesgo de ataques de fuerza bruta contra las credenciales de sus usuarios. Al implementar autenticación multifactor, monitorización y limitación de intentos, reduce significativamente el peligro, pero nunca podrá eliminarlo del todo.
Claves para gestionar el riesgo residual
Aceptar la existencia del riesgo residual no implica resignarse. Implica gestionar con inteligencia:
- Monitorizar de manera continua la postura de seguridad propia y de terceros.
- Revaluar los riesgos con frecuencia, adaptándose al panorama cambiante.
- Equilibrar inversión en seguridad con objetivos de negocio.
- Preparar planes de respuesta y seguros adecuados para absorber el impacto.
El riesgo residual en ciberseguridad no es un fracaso, es una condición inevitable. La diferencia entre una organización vulnerable y una resiliente está en cómo entiende y gestiona ese riesgo.
Las compañías que asumen esta realidad, invierten de manera estratégica y mantienen una vigilancia constante están mejor preparadas para resistir incidentes, proteger su reputación y seguir creciendo incluso en un entorno digital incierto.
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